martes, 1 de diciembre de 2009

Sobre la complejidad de la vida

Hace unos meses descubrí una canción de un maestro uruguayo. Se titula La vida es más compleja de lo que parece. Por aquel entonces la canción no provocó en mí nada más allá del placer que me suponía escucharla.

Últimamente la vida me ha aportado ciertas experiencias que me han hecho cuestionarme precisamente eso:

¿Es la vida más compleja de lo que parece?

Desde siempre he oído simplemente aceptar categóricamente esa frase intercambiando, eso sí, el signo de interrogación por el de exclamación, aunque creo que ese sí tiene implícita la premisa Nos interesa que sea compleja. Es como si el ser humano hubiese generalizado a ley natural una creación o convenio colectivo, tornándose incuestionable. Pero, haciendo un esfuerzo, deberíamos reformular la pregunta por responder, que vendría a ser:

¿Por qué nos interesa que la vida sea compleja?

La primera idea que reflexionando he obtenido es el miedo seguido de los sentimientos.

Ciertamente, los sentimientos están compuestos de tantos estímulos que pueden parecer indefinibles, incontrolables. Ante todo quisiera explicar qué quiero decir por definible. Para mí, un sentimiento es definible cuando puede conocerse su causa primaria, es decir, consecuencia de qué acto y no al hecho de poder definir palabra por palabra lo que realmente es. Y, sí, pienso que son incontrolables y pienso también que son difíciles de definir (a priori), pero lo que no pienso es que sean rotundamente indefinibles, como muchos piensan, si los dejamos que circulen libremente por nuestro cerebro. Se puede pensar que la exclusividad de los sentimientos, únicos para cada persona, sea motivo suficiente para su indefinibilidad.

Hoy en día censuramos en exceso todo lo que sentimos, principalmente por el miedo que nos comporta ver su origen o ver sus consecuencias o, mejor dicho, darles consciencia en una realidad, pues verlas siempre las vemos, pero es esta censura la culpable de su irrealidad.

Añadiría también el miedo que comporta irnos descubriendo a nosotros mismos y el vértigo que puede comportar desidealizarnos, tanto para bien como para mal. Además, conseguir que nuestros pensamientos, sentimientos, sensaciones… fluyan libremente debería ser una de las máximas de todos, pues pocas cosas existen que sean más gratificantes. Los sentimientos también son de una humildad brutal. Se muestran tal y como son, aunque estén entremezclados siempre habrá un destello de éste.

Y es esta humildad la que debería facilitarnos la toma de decisiones. Y puede que esa decisión sea a su vez difícil de tomar, pero no será por no saber por dónde seguir, sino por la incertidumbre que genera lo desconocido, incluso si esa decisión depende o tiene una causa directa sobre otra, ya que pocas cosas en la vida generan mayor incertidumbre que las que dependen de otro ser pensante o, mejor dicho, ser emocional. Y aunque este hecho lastre muchas decisiones, creo que convivir sin aceptar que las cosas son como son es un lastre mucho mayor aún.

Por lo tanto, yo no creo que la vida sea compleja. Simplemente, como ya he dicho, es una excusa popularmente aceptada y de la que muchos (yo me incluyo) nos hemos servido… Y esto es condenarnos a Muerte. Una Muerte emocional pero… ¿acaso somos algo más que emociones?